Los valores y las Marías

De los recuerdos más presentes que tengo de mi niñez son las anécdotas en mi escuela. Estudie de primero a noveno grado a lo largo de nueve años ininterrumpidamente en la Escuela Mixta Unificada Alberto Masferrer. Por aquellas épocas no existía eso de Centro Escolar. Deseo señalar que desde pequeño se sido fiel a ciertos valores que aun conservo a pesar de mis locuras y que de no seguir definitivamente tendría una mejor calidad de vida al menos en el aspecto monetario pero con el sin sabor de ser lame culos, carroñero, rémura, o una puta, puto en mi caso.

No es que sea puritano pero en mi vida he tenido muchos casos en los que por obrar de acuerdo “a lo correcto” termino mal, el siguiente es uno.

Dentro de mi grupo de amigos “hombres” existen códigos. Siempre hay reglas no escritas como: no cortejar hermanas, novias, ex novias y madres por supuesto. Y entre estas normas una muy importante es: Si alguien declara el amor por una fémina advierte al resto del redil sus intenciones (Las consecuencias de esto los abarcaremos en profundidad en otro post).

Recuerdo que 6to grado el amor de mi vida se llama Maria Auxiliadora, señorita encantadora de sonrisa angelical, piel de níveo, ojos grades y claros, cabellos dorados como el sol. Tal era el encanto que sentía que sí en ese momento me dice cásate con migo lo habría hecho a velocidad de la luz. Eran tiempos donde el amor era cosa de manita sudada y los besos no pasaban de la mera intención, era amor puro que no necesariamente es amor.

Sin embargo, un maldito apresurado, compañero al que únicamente recuerdo por el nombre de Edgar se adelanto en mis intentos de cortejo al declarar previamente sus cándidas intenciones sobre aquel ángel del que estoy seguro Dios había enviado a protegerme. Cuando Edgar dijo: “me gusta la auxi” como dirían los abogados previno competencia,en base al aforismo jurídico “primero en tiempo, primero en derecho” No tenia de otra que resignarme al amor incondicional en mis adentros, amarla en silencio y seguir con mi vida.

Pero el problema era que junto a Edgar habíamos diseñado el plan para declarar nuestros sentimientos de forma conjunta el 14 de febrero de ese año, sería aquel honorable caballero que me acompañaría en la difícil tarea del ceremonial cortejo algo muy serio en el sexto grado de mis tiempos, se convertiría en mi Sancho si fuera el Quijote, como dirían los gringos mi “wingman”.

Todo se había complicado por haber expresado a Edgar que amaba a una compañera y no decir de quien se trataba, por tanto, cuando él expreso de forma oral y contundente el nombre de su pretendida, se había perfeccionado la prevención, simplemente hablo antes y no podía decir también que era la auxi, que ambos le amábamos por el honor y respeto a él, por lo códigos mencionados con antelación.

Mi solución ante aquella encrucijada debía ser espontánea y así fue. Debía elegir a otro espécimen agradable al buen ojo de lo que pensarían mis compañeritos, a esa edad e incluso en la adultez muchas veces dejamos que otros decidan por nosotros.

Sin pensar mucho dije: “me gusta la Lissette”.

María Lissette Espinosa Cienfuegos (por cierto sobrina del ex futbolista y seleccionado nacional) a quien recuerdo con gran afecto era una niña muy linda, piel trigueña, cabello rizado que le caracterizaba y de un hablar muy particular para su edad, era una compañera que sin lugar a dudas despertaba atracción, pero mi amor no era hacia ella, mi declaración respondía a las fuerzas de la resignación pero yo mismo me había metido en camisa de once varas.

Ambos planeamos sendos regalos a nuestras damiselas para el día de los enamorados y hacerlo de forma conjunta para evitar la maldita pena de hablar con las féminas. Lo hicimos y ninguno de los dos tuvo los resultados esperados. Edgar era un liliputiense dentro de un país de umpa lumpas, en sexto grado todos éramos diminutos, su empresa no tuvo réditos y en mi caso nunca tuve respuesta alguna, puede ser, que en mi caso la táctica fallo por la inexperiencia, porque el regalo se lo robe a mi mama y me castigó Dios, o porque no tuve la delicadeza de expresar ninguna palabra en tarjeta o papel, en ese momento creí que bastaba un regalo para formalizar algo.

Lo peor es que tal vez y solo tal vez, Maria Auxiliadora hubiera aceptado mi amor, después supe que sentía simpatía por mí auque no estoy seguro si era por mis encantos o por el mito urbano que yo tenía nacionalidad estadounidense, juicio muy lejano a la verdad. Ese año por mi mala conducta fui cambiado de turno a la mañana y nunca la volví a ver.

Lo único que lamento es que si era el amor de mi vida lo perdí. por no apostarle al amor sobre los valores que seguía y sigo sin cuestionar de forma mecánica, no pretendo con esto hacer una apología a la rebelión de los valores en los que creemos, simplemente creo que hay que repensar siempre lo que se cree y no actuar por la inercia de la costumbre en decisiones trascendentales como el amor de sexto grado………perdí el amor de mi vida… ahhhhh……María Auxiliadora te amo.

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